El miedo de ir a solas al cine

Elías Leonardo Salazar
4 min readMay 25, 2023

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Foto: archivo personal

Previo a la pandemia, en redes sociales, había leído dudas expresadas sobre la experiencia de ir a solas al cine. Dichas inquietudes aumentaron con la reapertura de salas cinematográficas tras la emergencia sanitaria decretada por el coronavirus. Ya sea por la pérdida de un ser querido o la culminación de una relación, personas que modificaron sus vidas por completo externaron en Twitter todo tipo de preguntas al respecto.

Recuerdo la publicación de una usuaria en la que cuestionaba si no sentíamos miedo aquellos que estamos habituados a ver películas sin compañía. No faltaron los insultos al responderle. Ni hablar, tristemente así es Twitter. Pero también hubo quien con amabilidad le comentó que no, que no pasa nada, y que es incluso una actividad de respeto contigo mismo en cuanto a tu tiempo y espacio, mayor aún si eres cinéfilo.

Del ciberespacio a la realidad, el panorama cambia por completo. Definitivamente no es lo mismo leerlo que presenciarlo.

Antes de iniciar una función de viernes al mediodía para ver Amor sin barreras (Steven Spielberg, 2021), una mujer de aproximadamente 30 años abandonó con premura la sala. Las luces recién se habían apagado para dar pie a los avances de los próximos estrenos. Dejó su bolso tirado en el suelo, así como sus palomitas y refresco. Ninguno de los cuatro espectadores restantes prestamos demasiada atención al hecho. En lo personal, creí que fue un apremio por ir al sanitario, o para responder una llamada telefónica.

Luego de algunos minutos, ya comenzada la película, ingresó nuevamente la mujer. Lo hizo acompañada de una chica que trabajaba en el complejo y quien permaneció de pie a un costado de la escalera para estar atenta a la espectadora. Pero, ¿por qué? Algo raro sucedía.

Sentada en su butaca, comiéndose sus palomitas, la mujer volteaba atemorizada hacia su alrededor. Mientras tanto, la chica del complejo se aproximaba con calma hacia sus oídos y dándole ligeras palmadas en el hombro. Después de unos cuantos minutos, la espectadora le hizo saber a la empleada del cine que podía retirarse, que la situación estaba bajo control. Posteriormente ya no hubo distracciones para nadie.

Fue hasta que terminó la película y salimos de la sala cuando supimos qué ocurrió. Nos enteramos por conducto de la propia espectadora debido a su emotiva forma de agradecerle a la chica el apoyo brindado ante el ataque de ansiedad que tuvo, mismo que se derivó como consecuencia de asistir por primera vez sola al cine.

Solamente ella supo sus temores y qué pasó por su mente. Probablemente ni siquiera disfrutó la película. Lo cierto es que la vi asustada, sintiéndose completamente ajena a ese universo de personas que van sin compañía al cine. Fue el vivo retrato de esa palabra que utilizaron quienes preguntaron en redes sociales acerca de cómo es asistir en soledad a una sala: miedo.

¿Miedo a qué? Desde nuestro prejuicio o sincera inquietud, la duda es intriga. Puede ser una respuesta con varias opciones. Pero si dejamos de lado esa curiosidad, lo atendible en el caso de la función de Amor sin barreras estuvo en dos puntos: el ataque de ansiedad en la mujer y el acompañamiento de la chica.

La primera reacción de la mujer fue buscar auxilio con personal del complejo sincerándose sobre sus motivos. Pudo haber recibido una atención grosera, o simplemente ser ignorada. Sin embargo, se topó con una joven empática, paciente y con capacidad para actuar en un caso de esa magnitud. ¿Qué hubiera pasado de no haber estado esa empleada en específico?

La mujer tomó la decisión de animarse y resistir hasta el final de la película. Nada le costaba marcharse y olvidarse de una vivencia que estaba convirtiéndose en un pasaje traumático. Pero aguantó, tanto por su voluntad como por la solidaridad recibida por una extraña. Los demás fuimos testigos inertes de un capítulo que, al menos en su servidor, orienta a reflexionar sobre nuestra manera de intervenir en situaciones como una crisis de ansiedad del prójimo.

¿Qué perdimos en la pandemia? ¿A quiénes perdimos? Los estragos se asoman desde distintas vertientes. Quizá extrañando o recordando, quizá huyendo, o nomás redescubriendo la vida. La reinvención siempre es confrontación. Por supuesto que hay miedos, temores que se manifiestan en el intento por comenzar de cero. A veces eligen una sala de cine para ser parte del camino de alguien que quiere o debe experimentar su andar a solas. En ocasiones sucede que quien busca refugio en las ficciones halla consuelos en su realidad.

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Written by Elías Leonardo Salazar

Me gusta vivir. Disfruto de cazar y sentir historias para contarlas.

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