El título americanista, un acercamiento a las angustias femeninas
En los últimos cinco meses se han registrado bloqueos al sur de la ciudad por parte de manifestantes que buscan a mujeres desaparecidas. Se trata de padres, madres y hermanos que exigen a las autoridades su pronta intervención para efectuar labores de búsqueda. Protestan de esa manera porque les llena de impotencia que en la fiscalía ignoren o den largas a sus respectivos casos.
Son habitantes de la alcaldía Tlalpan, una demarcación que se ha convertido en noticia constante por estos hechos. La más trágica ocurrió a finales de febrero con el hallazgo de Carolina Islas sin vida; su desaparición motivó un bloqueo de ocho horas en la salida hacia Cuernavaca.
Al exterior de estaciones del metrobús como La Joya y El Caminero puede observarse por las noches a padres que esperan a sus hijas y varones que aguardan a sus parejas. Lo hacen para llevarlas a casa y así no se expongan al peligro de que algo malo les pase. Generalmente son mujeres que viven en colonias de los pueblos originarios, tales como: San Miguel Xicalco, San Andrés Totoltepec, Santo Tomás Ajusco, Magdalena Petlacalco, Ejidos de San Pedro Mártir, Topilejo, Parres.
Asistir al estadio a disfrutar partidos nocturnos es un riesgo para mujeres procedentes de los pueblos originarios mencionados. Ahora que la duración de los juegos se ha prolongado por la reposición de minutos, la posibilidad de encontrar transporte sobre Calzada de Tlalpan disminuye. Ya sea por la demora de camiones, ausencia de los mismos o llenos en su cupo, se ven obligadas a tomar taxi o solicitar servicio de aplicación. Más allá del costo a pagar por el traslado, la preocupación radica en la desconfianza hacia los conductores considerando el horario que oscila entre las 23:00 y 24:00 horas. Eso se suma al temor de llegar más tarde de lo normal a sus destinos y se vean expuestas a ataques de cualquier índole.
La gran final de la Liga Femenil MX entre América Femenil y Pachuca Femenil fue un evento que no quisieron perderse jóvenes aficionadas americanistas y al futbol femenil en sí. Son chicas que han seguido de cerca el desarrollo de la liga y han conectado con su equipo en los últimos torneos, en este caso con las Águilas. Algunas, como las hermanas Martínez, de 17 y 19 años, acudieron acompañadas de su papá, un aficionado al Cruz Azul que no se siente atraído por ver mujeres en una cancha. Sin embargo, acudió para que sus hijas no retornaran solas al hogar.
Procedentes de Topilejo, señalaron que “la cosa se ha puesto muy fea por allá”. Los asaltos están a la orden del día, pero recientemente la alarma se encendió por balaceras en la zona. No menos importante para ellos como familia es el acoso del que son víctimas las mujeres, ya sea en la calle o en el transporte público. Hay un miedo creciente a que sean violentadas con facilidad.
Las hermanas Martínez no fueron las únicas que acudieron acompañadas de su padre. Provenientes del Estado de México, otras adolescentes y jóvenes arribaron al Azteca junto a su papá, mamá, pareja o grupos de amigos para que el retorno fuera arropado de figuras protectoras. Jessy ’N’, de 18 años, hizo el viaje desde Ecatepec, foco rojo mexiquense en materia de feminicidios. “Esto es una fiesta para nosotras las mujeres, así lo veo, no me lo quería perder. Me traje a mi papá, de otra forma no hubiera venido porque es complicado y peligroso el regreso”, comentó.
Si bien el futbol es un deporte apasionante y una actividad recreativa para convivir en lo colectivo, también es un rincón para el desahogo de las tensiones acumuladas en la entraña y la oportunidad de sentirse libres de pánico. Alentar a sus jugadoras favoritas o ídolas es alentarse a ellas mismas, motivarse a creer que existe un espacio donde todas son iguales bajo el manto de la armonía coral.
Aficionadas americanistas no olvidan a Scarlett Camberos. Por el contrario, la jugadora del Angel City FC es un símbolo. Les duele que haya tenido que marcharse del equipo y del país como consecuencia del acoso sufrido por parte de un individuo que pasó por encima de la justicia y del club América para perturbar a la futbolista con total impunidad. Es una herida que lastima porque, tal como exclamó una chica vestida con su dorsal 24, “Scarlett somos todas”. Por tal motivo, más que nunca, anhelaban el campeonato. Festejar era al mismo tiempo una manifestación multitudinaria de lo importante: hacerse saber unas a otras que no están solas.
Con los goles de Katty Martínez y Aurélie Kaci, el Coloso de Santa Úrsula estalló. Los gritos festivos silenciaron por completo la tromba estridente que sacudió al sur de la ciudad. Fue un alarido festivo, vibrante, pero igualmente confrontativo. Fue un reclamo femenino multitudinario para exigir que se respete y valore al futbol femenil. Fue un desfogue de miedos que retumbaron en inmediaciones del estadio, justo en las arterias viales que significan angustia para muchas mujeres que únicamente quieren regresar sanas y salvas a su destino.
Toda vez decretado el final del partido, la fiesta se apoderó del Azteca. El llanto cubrió rostros con motivaciones diferentes. Los abrazos aparecieron entre pares que sienten amor por los mismos colores. Niñas brincaron de gusto por experimentar la sensación de campeonar por primera vez. Asimismo, entre el jolgorio sonoro de las tribunas, una joven enfundada en su playera americanista gritó “por las que están y las que ya no están”. Sus palabras fueron escuchadas por unos cuantos sin ser secundadas, no obstante resuenan para confirmar que el futbol va más allá de ser un lindo juego.
Un lindo juego que inicia cuando se sale de casa y termina cuando se llega a ella.