EO, un burrito para ofrecerle más recuerdos a mi perro

Elías Leonardo Salazar
5 min readMar 8, 2023

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EO, película de Jerzy Skolimowski (Foto: IMDB)

Me puse a jugar con Feria, mi perra labradora negra, y detecté un grano anormal en la parte baja de su pecho. Era una verruga grande. Viéndola más de cerca parecía una costra enorme, una laceración alarmante por lo rojizo de su color. Daba la impresión de ser una piedra rellena de sangre. La llevé entonces al veterinario.

Como el consultorio queda a dos cuadras de la casa, caminamos. Fuimos al paso de Feria. Cuando digo a su paso, me refiero a un ritmo lento, lentísimo. Próxima a cumplir nueve años, la perra manifiesta problemas en la cadera que son propios de los canes de su raza, incluidos algunos dolores en las articulaciones. No se preocupen, para eso la trato con analgésicos que le recetaron. También renguea ligeramente de la pata izquierda trasera como consecuencia del maltrato del que fue víctima antes de que la rescatara y la adoptara cuando tenía un año de edad.

Mi perra envejece. Junto al envejecimiento, las enfermedades. Así me lo hace notar su cuerpo de forma paulatina. Además de la verruga, el veterinario le encontró otras dos bolas: una inflamación en el sitio donde inicia la cola y una pequeña protuberancia detrás de la pata derecha trasera. Le practicaron pruebas de citología para descartar tumores malignos. “Confiemos en que se trate de grasa y ya”, me dijo el doctor. “Ojalá nomás sea eso”, respondí.

Regresamos a casa con la indicación de esperar dos días para saber los resultados de las pruebas. Durante el recorrido volteé en varias ocasiones hacia Feria para observarla, para contemplarla. Le fascina la calle, sus paseos conmigo. No pide más. Es feliz con eso. Así ha sido desde el primer día en que supo que mi hogar era su hogar. Viéndola y sabiéndola contenta a mi lado en sus caminatas, me serené; me consumía la incertidumbre sobre su salud.

EO, película de Jerzy Skolimowski (Foto: IMDB)

Durante esos dos días de espera, el destino quiso que viera EO (2022), de Jerzy Skolimowski. No sabía en la catarsis que me iba a meter. Y lo agradezco. La separación inicial entre Kasandra (Sandra Drzymalska) y el burrito EO es breve pero brutal, desgarradora dentro del contexto que sucede. Ante un comienzo así resulta imposible dar vuelta atrás. Se asume el riesgo de continuar viendo la película, específicamente por el animal. Preocupa el futuro de EO, saber qué pasará con él.

Skolimowski nos encamina hacia ese futuro desde el punto de vista del burrito. Procura la forma para introducirnos sin prisas al fondo. No hay rapidez por contar su relato. De hecho, es la sutileza del timing una de las fortalezas de la película. Y no porque el burro sea un animal lento, sino porque el humano (entiéndase el espectador) vive en una realidad acelerada, sin concesiones para contemplar e incluso para sentir; el director ofrenda calma como un obsequio/reto para pulsar emociones. Otro acierto es que el équido es la historia misma, es decir, su mirada no es una simple observación acerca de la humanización o deshumanización que topa en su andar. Por el contrario, la narración es él con base en lo que ese mundo exterior le hace vivir, o padecer.

Para ello, el realizador cuenta con la colaboración del cinefotógrafo Michal Dymek, quien con su cámara muestra el tránsito de EO desde la belleza propia que posee la naturaleza hasta la incómoda crueldad que emana de algunos cuantos humanos en el trayecto. Cimbran sus luces y colores disonantes o estridentes en ciertos pasajes desarrollados en interiores, y no por ese recurso estético, sino por lo que dicen. O mejor dicho, por lo que siente el burrito.

Estrujante y conmovedor es la utilización de flashbacks dimensionados como recuerdos de EO. El animal resguarda en su memoria fragmentos que le hacen olvidar su dolor. Combate sus desgracias refugiándose en las caricias, mimos y lindas expresiones de afecto que alguna vez tuvo. ¡Qué vital y poderosa es la mínima expresión afectiva! Mayor todavía para una especie que, además de ser percibida como tonta y de carga, es discriminada por no ser un caballo.

No menos importantes son los silencios que respiran en la nuca del espectador. Sí, hay sonidos que también juegan en la narración, sin embargo es la ausencia de ellos lo que por momentos obliga aun más a continuar el trajín junto a EO. Son los silencios que te acompañan al salir de la sala mientras repasas en la mente la estupidez humana que se refleja en el futbol, por ejemplo; Skolimowski hace una breve crítica a la violencia que se desencadena por un simple juego, un mal que desafortunadamente crece y crece a nivel mundial.

EO, película de Jerzy Skolimowski (Foto: IMDB)

Terminó la película y quise llegar lo más pronto a casa para abrazar a Feria. Sentí una intensa necesidad de verla.

Habitual en ella, se dirigió hacia mí para recibirme en cuanto abrí la puerta. A diferencia de antes, hoy día ya no puede correr ni saltar. Lo hace a paso lento. Me puse en cuclillas para apretujarla en mi pecho diciéndole lo mucho que la adoro y que todo va a estar bien. En respuesta, fiel a su estilo, me lamió la cabeza.

A la mañana siguiente recibí la llamada del veterinario para darme los pormenores de los estudios. “No me gusta dar este tipo de noticias. Feria tiene dos tumores malignos que… Hay que operarla lo más pronto posible”, pronunció con una voz seria pero cálida. Puedo asegurar que le dolió darme esa información. Lo sé porque evitó mencionar la palabra “cáncer”, algo que no hizo falta decirlo porque su tono resquebrajado me lo reveló. Además de ser veloces, las malas noticias se intuyen, se vibran.

Irónico que haya que actuar con rapidez cuando Feria ha asimilado la lentitud manifiesta de su andar y ha sido mi mentora de paciencia para entender que ahora sus pasos son los míos, por lo que no tenemos prisa por nada. O no teníamos.

Con EO a flor de piel, reparé en que el cine es también el momento en que lo vemos, nuestra circunstancia. Es la mágica y salvaje coincidencia que mediante la ficción propicia detonar las emociones acumuladas en la realidad. Pensé en el burrito y los recuerdos que acumula para sostenerse en sus cuatro patas. Pensé en que soy el grato recuerdo que Feria ha resguardado y protegido desde que la vida nos cruzó para que nos adoptáramos mutuamente.

Previo a las pruebas preoperatorias y a los temibles rayos x que determinen la posible fatalidad o no, luego de ser conminado a tomar consciencia acerca de la decisión de dormirla en caso de que sea necesario con tal de que no sufra, me tomo todo el tiempo del mundo para apapachar a Feria. Porque, pase lo que pase, quiero más lindos recuerdos para ella.

Ay, pinche EO. Justo ahorita sé lo tanto que me calaste.

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Written by Elías Leonardo Salazar

Me gusta vivir. Disfruto de cazar y sentir historias para contarlas.

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