La mala costumbre en una mesa vacía
Te fuiste, huiste de no sé qué. Me contaron que no soportaste mi ausencia, a pesar de que sabías que volvería.
Dicen que te cansaste de compartir los alimentos con una mesa vacía. Son chismes de la gente, no les creo. Debió haber algo más, una razón secreta y poderosa que te llevaste de equipaje, para no aguardar mi llegada. Me gustaría tener una pista del rumbo que tomaste, sin embargo, no la hay.
¿Por qué? ¿Qué hice? ¿Qué hiciste? Es terrible acostumbrarse a la duda, a la incertidumbre. Una mala costumbre, muy mala, por cierto. ¿Qué motivó a que abrieras la puerta para salir y no volver? Es tarde para saberlo.
Ahora, rodeado por las cuatro paredes que habito con una sola taza para el café en la alacena, ruego hacia mis adentros que vayas tranquila a tu nuevo destino, que camines y no corras.
El cartero me ha traído el moño negro envuelto en otro moño del mismo color. Y no dejo de observarlos mientras comparto mis alimentos con una mesa vacía.