La última función de cine, un recordatorio más de la reliquia que muchos amamos: el cine

Elías Leonardo Salazar
4 min readMay 21, 2023

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La última función de cine, una película de Pan Nalin (Foto: IMDB)

Vivimos una actualidad con algunos jóvenes que únicamente otorgan validez al cine que se ha hecho desde el año 2000 hasta la fecha. Desestiman al del siglo anterior bajo el criterio de que es antiguo, lento, aburrido. En cierta medida se debe a que han crecido con una gran cantidad de películas que ponderan la inmediatez de la forma sin procurar el fondo, es decir, títulos desechables que prescinden del lenguaje cinematográfico y las historias en sí para ofrecer productos repetitivos, digeribles y olvidables que son sustentados en la sobreestimulación de imágenes y música. Dichos contenidos son apreciados, entre otras cosas, por el uso de la tecnología para su desarrollo y exhibición, por lo que cualquier mecanismo y narrativa de antaño es prehistoria. Incluso el DVD es visto como un dinosaurio que lucha contra su extinción.

Pero hay otros tantos jóvenes, adolescentes y niños que tienen interés por el cine en general, incluido el que se hizo en el siglo XX. Ya sea por influencia familiar o inquietud genuina, esos chicos se cuestionan todo sobre la manufactura de una película. Se preguntan cómo se filmó tal o cual escena, cuáles efectos se emplearon, por qué la luz es más clara o más oscura, por qué la cámara se mueve de cierta manera. Ese espíritu emanado de la curiosidad que despierta la pantalla grande en la audiencia infantil, se rescata en La última función de cine con el guion y la dirección de Pan Nalin.

Nunca se sabe cuándo las películas habrán de cambiarle la vida a un niño, un ser que a su vez es capaz de asumir con plena consciencia la elección de un destino a temprana edad (a veces obligado por las circunstancias). Samay (Bhavin Rabari) es un pequeño de nueve años que ayuda a su padre con la venta de té en la estación de tren y tiene prohibido ver filmes que no sean de discurso brahmanista, esto en razón de que el papá es un férreo practicante del brahmanismo.

Pero Samay es rebelde. Su gusto por el cine lo lleva a “irse de pinta” para colarse en las salas locales y poder ver los títulos que se exhiben. Cuando es sorprendido como cliente sin pagar, se alía con el proyeccionista Fazal (Bhavesh Shrimali) para ingresar de manera gratuita a cambio de darle el lunch que le prepara su mamá. Ese pacto genera una amistad particular entre ambos; una relación que a uno le permite distraerse de su realidad cotidiana y al otro le ayuda a respirar de las ficciones que proyecta día tras día.

A Samay le fascina la luz, o el fenómeno que ésta genera para que las películas puedan proyectarse. Por eso convence a sus pequeños amigos de apropiarse de carretes de película y utilizar herramientas al alcance para hacer lo mismo que Fazal, aunque con la diferencia de priorizar una intención artística y emocional por encima de la técnica.

La última función de cine, una película de Pan Nalin (Foto: IMDB)

En el marco de esta historia que remonta a Cinema Paradiso en lo concerniente a un homenaje al cine desde la nostalgia, La última función de cine es un metafórico juego de proyecciones en el cual la luz es la vida y la toma de decisiones. Podemos verlo con el reflejo, o proyección, de la figura paterna con Samay. Se trata de un adulto frustrado por una traición familiar que consciente o inconscientemente desquita el coraje con su hijo, un menor al que trata de educar a punta de golpes e imposición agresiva de su credo, además de dejarle claro que no apoya en nada sus ilusiones como futuro cineasta.

Por su parte, Samay halla en Fazal ese arropo masculino adulto de respeto, cariño y orientación. Equilibra las carencias que tiene de paternidad en casa con el trato de respaldo y formación empírica que encuentra en el cuarto de proyección donde su amigo le enseña e impulsa a perseguir sus sueños. En su comprensión y entendimiento, el pequeño dimensiona a la luz del proyector como el elemento que realmente domina al espectador; él anhela ese dominio no para someter sino para brindar un universo a quien se sienta en una butaca y pueda perderse en él por dos o tres horas. Tiene ganas de compartir.

A Samay le estorban su padre, el brahmanismo y el territorio que habita para entregarse de lleno a su pasión. Lo sabe. Tan lo sabe que tiene noción de que permanecer allí es mantenerse en la desgracia. Debe irse, tal como se lo indica un profesor. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde? Así como los filmes son historias desconocidas antes de ingresar a la sala, el porvenir se escribe en ese tono para el niño.

A través de La última función de cine, el cine no solamente nos asoma al cine. También nos aproxima a esas rupturas y creación de memorias que forjan el andar de aquellos que asumen el adiós o la resignación en la elección de su destino. Elegir es renunciar, dicen. En ocasiones, las películas provocan o estimulan esas decisiones.

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Written by Elías Leonardo Salazar

Me gusta vivir. Disfruto de cazar y sentir historias para contarlas.

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