Los recuerdos también son legado

Elías Leonardo Salazar
4 min readMay 31, 2023

--

Michael Jordan en su época con Chicago Bulls (Foto: agencias)

Mi padre falleció hace 18 años. Desde entonces escribo anualmente un texto para tenerlo conmigo, junto a mí. Ha sido un recorrido trazado en soltar la pluma con duelo, enojo, nostalgia, melancolía, dolor, alegría y, sobre todo, con el profundo amor que le tengo. Esas letras surgen de anécdotas y recuerdos, de pensamientos e ilusiones, de entusiasmos y frustraciones. Le he dicho todo lo que he querido, no me he guardado nada. Pero en esta ocasión es diferente. No es mi voz la que emana para escribirle, sino la de alguien más.

Previo a este aniversario luctuoso, mi teléfono sonó. Para ser exactos, ocurrió en diciembre. Era un mensaje de WhatsApp. Se trataba de un antiguo amigo de la infancia y adolescencia al que dejé de ver entrados en la adultez porque se fue a radicar a otra entidad. Nos perdimos la pista por completo porque de buenas a primeras dejó de utilizar sus redes sociales y cambió su número telefónico, así que desconocía su actualidad.

El mensaje venía acompañado de la foto de un niño no mayor a un año. “¡Es mi hijo!”, compartió con demasiado gusto. No era para menos, siempre quiso ser papá. Era uno de sus sueños, y lo vio cumplido a sus 42 años. Preguntó si podía marcarme, a lo que respondí que sí.

-¿Quieres saber cómo se llama?

-Sí. ¿Cómo se llama?

-Como tu papá.

-¿Y eso?

-En honor a tu papá.

Comenzó a narrar su motivo.

Hubo una época en que se sentía solo en su casa. Ignorado, desatendido. Le gustaba pasar tiempo en la nuestra, especialmente por el afecto que recibía de mi padre, quien solía comprarnos tacos para que disfrutáramos los juegos de NBA en la era de Michael Jordan, o pizza mientras nos distraíamos con videojuegos cada viernes. También le agradaban las porras que mi viejo le echaba en competencias escolares.

Encontró en mi padre el cariño paterno que no tuvo en su hogar durante aquellos años por el distanciamiento de sus progenitores.

-Quería compartirlo contigo. Espero que no te incomode.

-No, no, para nada.

-De no ser por tu familia y tu papá, mi niñez hubiera sido amarga.

-¿Por qué lo quisiste tanto?

-Porque me trató con cariño.

-¿Tanto lo estimaste como para ponerle su nombre a tu hijo?

-¿Sabes? Si hubiera sido papá hace 10 años, seguro se llamaría Bruno, o Matías. Pero el tiempo me ha enseñado a valorar muchísimas cosas, entre ellas las personas que marcaron para bien mi vida. Cuando tuve a mi hijo en mis brazos…

Su hijo nació con complicaciones. El niño debió permanecer casi dos semanas en incubadora. Fueron 11 días de angustia y miedo, de oraciones y plegarias. En su desesperación, con la fe sostenida en el corazón, pidió la intervención celestial de sus difuntos y difuntos ajenos, entre ellos mi padre. Les suplicó que intercedieran ante Dios para que el bebé saliera avante de su primera gran batalla con la vida. Los muertos, incluido el mío, atendieron su petición para mover sus influencias con aquella fuerza que hace caso a su bondad. El nene libró su nada agradable bienvenida a este mundo.

-…no sé. Sentí que mi hijo debía llevar ese nombre porque es sinónimo de fuerza, protección y amor. También es una manera de devolverle un poco de lo que me ayudó.

-Sin duda es un gesto que pondría de buenas al viejo. Y a mí, me halaga. Gracias por compartirme esto, gracias por el detalle.

En efecto, quiso mucho a mi papá. Estuvo presente cuando enfermó y acudió al hospital para ponerse a disposición de mi familia por si se necesitaba algo. De igual manera hizo acto de presencia en el funeral para ofrendarle varias lágrimas. Mi pérdida fue su pérdida.

Escucharlo, enterarme del nuevo camino que emprende a través de la paternidad con un pequeño llamado como mi viejo, me reafirmó uno de los lineamientos humanos con que mi papá siempre se condujo: ponerse en los zapatos del otro, no ser indiferentes. Nos lo inculcó con ejemplos. Para muestra, el trato que tuvo con mi amigo ante el conocimiento de la situación de crisis que atravesó en su hogar mientras cursábamos la primaria.

¡Qué agradable es redescubrir a mi padre a través de alguien más! Uno no termina de conocer a los seres que ama, incluso después de muertos. Uno no termina de amar y admirar a quien ya no está.

Los recuerdos de quienes te procrearon también son legado. Y dicho legado, como si se tratara de una actividad lúdica, posee la nobleza de repartirse entre quienes forman parte de esa memoria.

--

--

Elías Leonardo Salazar
Elías Leonardo Salazar

Written by Elías Leonardo Salazar

Me gusta vivir. Disfruto de cazar y sentir historias para contarlas.

No responses yet