Los sonidos que anochecen en Monterrey

Elías Leonardo Salazar
2 min readMar 10, 2019

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Foto: Elías Leonardo

He terminado mi jornada laboral. Solicito un Uber.

La noche está por asomarse en Monterrey, Nuevo León. Pido al conductor que me lleve al mejor tugurio que conozca en la ciudad. Es tiempo preciso de satisfacer una inquietud periodística en materia musical. Quiero comprobar si se escuchan en su propio territorio los sonidos regios de antaño en pistas de baile o bares de rompe y rasga como los que frecuenté en la Ciudad de México

Comienzo a hablarle de Los Humildes, Los Mier, Bronco, Ramón Ayala, Barón de Apodaca, Los Cadetes de Linares.

-Ah, caray. Oiga, pos usted se ve que no es de acá y no es tan viejo como para conocer esos grupos. ¿Pos qué se trae?

-Me gustan la música popular y sus sonidos. Bueno, no se diga el acordeón, me encanta.

-Pos ya no se escuchan como antes, la mera verdad. Pero sí hay lugares donde aún los ponen.

-Lléveme a uno.

Tardamos diez minutos para arribar al bar sugerido por él, Matehuala,un club nocturno, según el conductor, nomás para hombres.

Entro a un tugurio de los buenos, entiéndase aquel sitio que mezcla aromas distintivos de bajo costo (piso recién trapeado con puro cloro, lociones masculinas de farmacia, perfumes femeninos de fayuca, tabaco adulterado) con luces de variedad. Pasados unos segundos retumba la canción Apenas te fuiste ayer, en voz de Raúl Hernández, ex tigre del norte. Toda la gente comienza a cantarla en coro, como si fuera un himno. Lo hacen con harto sentimiento.

-Mesero, ¿por qué tan intensa esa canción por estos rumbos?

-Pariente, ¿usted no tiene corazón o qué?

-Sí, sí tengo.

-Ah, pos úselo.

Pido una cerveza para empezar a usarlo. Basta un sorbo para unirme al coro que dicta sentencia a los individuos con pasado: “Ya no soporto tu ausencia y apenas te fuiste ayer”. Descubro y confirmo que en Monterrey hay mucho corazón.

Mientras tanto aguardo el instante en que Los Humildes, Los Mier, Bronco, Ramón Ayala, Barón de Apodaca y Los Cadetes de Linares, aparezcan en el gusto de la elección del Dj que domina las bocinas del bar. O quizá deba hacer caso al mesero, quien amable me recomienda ir a las ruinas y escombros de bares donde alguna vez Ojitos color café, El Palomito, La coloreteada, Casas de madera, fueron vida de una juventud que hoy envejece.

Acabo con mi cerveza para ir a los vestigios carentes de sonido de audio, sin embargo, emana en los ecos del olvido la música de origen regio que a varias generaciones hizo crecer, y no únicamente en lo auditivo.

“Desde el cerro de La Silla se divisa el panorama cuando empieza a anochecer…”, cantan Los Cadetes de Linares. Y sí, ya anochece. El trago recién despierta y el acordeón se escucha en mi Uber.

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Written by Elías Leonardo Salazar

Me gusta vivir. Disfruto de cazar y sentir historias para contarlas.

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