Onimanji, samuráis y asesinos al ritmo de techno
¿Recuerdan los estantes de Blockbuster en los cuales se vendían películas seminuevas cuyos títulos y portadas espantaban las ganas de comprarlas? Lo fácil era ignorarlas por mero menosprecio. Pero si lograbas superar el prejuicio para adquirir una que otra, te llevabas gratas sorpresas. Había filmes injustamente maltratados por el público, merecían mejor suerte. Eran joyitas extraviadas que incluso se convirtieron después en objeto de culto.
Con Onimanji pasa algo similar. Hay espectadores que al no encontrar atractivo el nombre, la desestiman como opción. Sin embargo, otros que sí le dan chance terminan agradecidos con el entretenimiento que brinda la película dirigida por Yoshihiro Nishimura. Mayor es la gratitud porque se trata de un trabajo con toda intención de ser exagerado y excéntrico al ritmo de techno en un estilo de Cine B.
Si a eso le sumamos que Nishimura incluye ninjas, samuráis, asesinos a sueldo, sangre y katanas, pues mucho mejor. Incluso es perdonable la bizarra anécdota (aunado a los efectos usados) del origen del protagonista, Onimanji (Masanori Mimoto), un samurái ninja que vuelve al mundo de los vivos tras permanecer resguardado en una urna desde hace 600 años. Es liberado luego de que una compañía de asesinos paga por traerlo al presente y llevar a cabo una misión de contratos riesgosos.
La película puede causar conflicto con la confrontación de Onimanji con la modernidad y sus propios códigos internos. Hay lapsos en los que se pausan las batallas y la violencia para darle espacio a los demonios del protagonista, un hombre que transita entre sus preceptos del honor, la guerra y el choque con lo desconocido que es la tecnología. Esos bajones de ritmo pueden afectar la experiencia, pero no por completo. Se sobrellevan.
Contar una historia de acción con los ingredientes mencionados es un logro si también se toma en cuenta el poco presupuesto con que se materializó. Eso se traduce en el oficio de un director como Nishimura para sacar adelante un proyecto así. Y es ahí donde hay que observar. Vivimos un presente en el cual Hollywood nos inunda con la proliferación de películas hechas con muchísimo dinero, pero sin sustancia en la dirección. Olvídense del alma, el oficio. Acá lo hay.
*Cobertura Macabro XXII