Vuelan mariposas amarillas en la ciudad
Capitalinos hemos descubierto con asombro que existe el trinar de los pájaros al amanecer. Las aves llevan décadas haciéndolo diariamente pero los humanos urbanos debimos sufrir una pandemia como la de 2020 para saberlo.
Ha sido un hallazgo milagroso durante el confinamiento gracias a que los diminutos seres alados poseen el don de tranquilizar ansiedades con sus sonidos. Y es serenidad lo que más urge en pleno encierro dentro de una ciudad habituada al caos en cualquiera de sus manifestaciones.
Junto a los pájaros, Óscar Chávez se asomó para ser descubierto como calmante en plena crisis de aislamiento. Tras su fallecimiento, se abrió en beneficio de miles de almas confinadas una caja de música, poesía y cine. Murió dejándole un gran obsequio a la desesperación colectiva de emociones afectadas forzadas a vivir entre cuatro paredes por culpa de un maldito virus: la oportunidad de llorar, de romperse a través de sus canciones y obra.
Carolina, Ivonne, Edmundo, Iván, entre otros amigos, le lloran de forma festiva en sus redes sociales porque sus padres recibieron con gusto a don Óscar allá donde todos habremos de llegar tarde o temprano; entonan a su lado aquellas canciones que marcaron infancias, adolescencias y juventudes. Eso les han platicado sus viejos en sueños.
Ana, por ejemplo, apenas vio Los caifanes. Confiesa que ha sentido nostalgia por apreciar en la película a una fabulosa Ciudad de México que sólo permanece en el pasado. Acompañada de Mazacote, Capitán Gato, El Azteca y Paloma, se acongoja por comprobar quién fue el Caifán mayor en su personaje de El Estilos, hombre del que estuvo enamorada su abuela.
En casa, mi madre manifiesta emoción alegre. El señor Chávez representa para su causa mucho más de lo que imaginó: noches de bohemia en cafés cantantes, serenatas y protestas estudiantiles que le recuerdan a su inolvidable amor, mi padre.
“Gracias por todo, camarada Óscar”, escribió Pablo en su muro. Desde entonces enaltece el activismo del cantautor. Lo hace con temas como Por ti para escudar el dolor de su reciente separación y que no se atrevía a desahogar.
¡Voy a poner Macondo, vecinos!
Harto de no poder salir y sacudido por el deceso de Óscar Chávez, el vecino sexagenario de un edificio contiguo rompe el acuerdo de bajo volumen pactado entre residentes para no alterar el orden en esta cuarentena.
Hace sonar Macondo como si de un concierto en vivo se tratara. Nadie se queja. Por el contrario, no se opone resistencia en cuanto se repite por segunda ocasión. Otro vecino le pide con amabilidad que ponga Pensamiento, a lo que el sexagenario corresponde gustoso. En uno de los departamentos de planta baja se escucha una voz adulta masculina repitiendo los coros.
Así, además de descubrir el trinar de los pájaros, el confinamiento nos ha revelado a varios capitalinos el vuelo de mariposas amarillas por la ciudad. Libres andan. Bailan. Cantamos para que se mantengan contentas: “Me imagino y vuelvo a vivir, en mi memoria quemada al sol…”.
Lloramos y nos quebramos abrazados a Óscar Chávez en una urbe que mañana será distinta.